viernes, 11 de diciembre de 2020

La lógica del interpretativismo judicial en Colombia, de los insultos a la administración pública al “cuídeme al perro”.

Pensaba escribir estas líneas durante el mes de septiembre, en la coyuntura de las sentencias de tutela que ordenaron al ejecutivo la forma de proceder frente a las manifestaciones violentas, la protección de los derechos de los no manifestantes y de los bienes públicos. Ahora bien, visto que el activismo judicial no cesa, y que la semana anterior volvió a ser tema de debate público, por la decisión de tutela que ordenó al ejecutivo la modificación de la reglamentación frente a la pandemia, exigiendo las pruebas de COVID a los viajeros internacional que ingresen al país, resulta pertinente detenerse brevemente a expresar unas reflexiones, más aún cuándo este último fallo generó ciertas fisuras en el bloque hegemónico de interpretativistas, mayoritario en el círculo de poder jurídico en Colombia.

Para mis lectores extranjeros, los procesos de tutela los conoce cualquier juez de la República (denominada jurisdicción constitucional) en dónde sea radicada la demanda, éste debe decidir en 10 días y aunque en principio sólo debería conocer demandas en los que se exigiera la protección de los derechos fundamentales, se ha extendido a cualquier derecho que tenga “conexidad” con los derechos fundamentales, acudiendo a la “interpretación” de principios constitucionales, pues la ley se queda corta en llevar la “verdadera justicia material”. Para un análisis sociojurídico a profundidad de la tutela los invito a revisar el valioso texto de Rubio, Mauricio (2013) Entre la informalidad y el formalismo. La tutela en Colombia, en línea: http://mrpotros.blogspot.com/2011/07/entre-la-informalidad-y-el-formalismo_3430.html  

Y para aquellos ajenos al derecho, el interpretativismo es una forma de entender el derecho en la cuál éste pierde su característica de "institucional" para entregarse a los jueces como creadores de derecho, yendo más allá de la ley o la validez formal y aspirando a la búsqueda de la "justicia material". Para evadir la ley acuden a fórmulas cercanas al derecho natural como la interpretación de los principios constitucionales o la "lectura del derecho bajo la mejor luz" (la de su voluntad o de la voluntad de sus jueces superiores, ¿son independientes? ¿frente a la ley, pero no frente a las decisiones de altas cortes?). Según estas fórmulas, las decisiones que emitan los jueces deben justificarse racionalmente de tal forma que, cualquier persona, hasta los afectados por su decisiones, no se resistan a la misma (paradójico en el caso Colombiano, en el que los intepretativistas acuden al oximorón de señalar que los "fallos de los jueces se cumplen por que así lo dice la ley", reconociendo que muchas de las decisiones no son tan "racionales en realidad"). Para una revisión más profunda del interpretativismo invito a revisar los textos y conferencias del filósofo del Derecho Andrés Rosler, @abrosler . 

De la sentencia de septiembre, mucho análisis, tinta y discursos han corrido hasta ahora. Los defensores del interpretativismo argumentando las virtudes del fallo, la protección del derecho a la protesta, etc. Los críticos del fallo señalando la usurpación de poderes por parte de la rama judicial o los riesgos del cumplimiento estricto del fallo, en el sentido de ordenar al Ministerio de Defensa a pedir perdón por exceso de fuerza, lo cual podría luego ser utilizado en posibles condenas por responsabilidad Estatal (¡algo en lo que los jueces colombianos no les tiemblan mucho el pulso! Han condenado al Estado hasta por los suicidios motivados por infidelidad en parejas de funcionarios públicos. Ver Sentencia Consejo de Estado: 17001-23-31-000-2000-01183-01 (26958)).

Así entonces, y para no repetir ideas que otros críticos al interpretativismo ya han expresado, sólo me queda señalar que los abusos de la rama judicial hacia la administración pública, ya no se detiene sólo contra los tecnócratas, sino que se ha extendido a los Policías. Para ver lo anterior, los invito a revisar un famoso programa audivisual, con canal en youtube, dirigido por el ex Magistrado José Gregorio Hernández, quien defiende el activismo judicial y el interpretativismo.

Por ejemplo, en el programa ¿Tenemos la misma Carta Política de 1991?, minuto 18 señaló que:

El problema no es la tutela … Y frente al Estado Social de Derecho está la Reforma del Acto Legislativo número 3 de 2011 que consagró la famosa sostenibilidad fiscal. ¿Quién nos dice si algo es sostenible o no en el Estado Social de Derecho? Nos los va a responder un funcionario de 4ta o 5ta categoría de Planeación Nacional o del Ministerio de Hacienda (https://www.youtube.com/watch?v=AZHjXOwtpko ).

Como docente de Administración Pública ese comentario me indignó, pero paradójicamente, ¡muchos estudiantes del programa de administración pública aceptan el insulto de buena gana! Lo cual muestra que la cultura del activismo jurídico ha calado muy hondo, aún entre los que posiblemente en el corto plazo serán afectados en el desarrollo de sus funciones por las decisiones tomadas en 10 días por un juez.

En este mismo espacio, en el programa denominado Los fallos son para cumplirlos minuto 11, además de justificar la decisión de tutela que impuso órdenes al ejecutivo para el manejo de la protesta se señala:

¿Qué otros ajustes institucionales tenemos que hacer? … aquí estamos hablando de forjar una cultura. Tenemos que regresar a ese policía amigo, confiable, aquel a quien le dejábamos el animal de compañía al cuidado (https://www.youtube.com/watch?v=9XLfCPS7xQg ).

Este comentario ya no merece indignación, sino una mera resignación. La resignación que este tipo de argumentos son los únicos a los que se puede llegar al tomar decisiones en 10 días y entendiendo al derecho desde el interpretativismo, ¡Policía, cuídeme al perro!


Durante el contexto de septiembre el cuerpo de defensores del interpretativismo se mantuvo compacto en su defensa a la tutela y a esa forma de entender el derecho. De hecho, no sé si haciendo mención específica al posible desacato de la decisión por parte del Ministerio de Defensa, Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes (Uniandes) (y en algunos de sus textos crítico del activismo judicial como en Uribenomcis 2008), habló de “envalentonamiento de la fuerza pública”.



Ahora bien, la sentencia de tutela de la semana pasada generó reacciones diferentes entre la élite de interpretativistas. Por ejemplo, Catalina Botero, profesora de la Facultad de Derecho de Uniandes señaló: 


Más allá de lo curioso de reconocer que los “jueces podrían emitir sentencias imposibles de cumplir” (puede que sea algo propio de Colombia), varias posibles razones expliquen este leve viraje. Podría ser, como diría el refrán de mi tierra natal “mataron al tigre y se asustaron con el cuero”, luego de haber promovido tanto el interpretativismo y el nuevo derecho, o, sólo se trate de un simple tweet para apoyar al rector de Uniandes, Alejandro Gaviria, quien en esta oportunidad, este fallo en particular si le parece “un despropósito y una amenaza al orden institucional”. 


Por su parte Daniel Monroy, profesor de la Facultad de derecho de la Universidad Externado, más ortodoxo en defensa del interpretativismo le respondió a Botero:

 


Como se observa, el reciente caso ha llevado a leves fisuras entre algunos exponentes del interpretativismo en la academia. Sin embargo, tanto entre este grupo, como en la mayoría de la opinión pública general (incluidos mis estudiantes de administración pública), la tutela es intocable e inmodificable.

Pero, a fin de cuentas, si dios creó el mundo y la vida en 6 días, ¿por qué un juez colombiano no podría fallar en 10 días asuntos transcendentales? Al final de cuentas responden a la misma idea iusnaturalista y premoderna, tema que profundizaré en un blog posterior. 

jueves, 20 de agosto de 2020

¿Puede unirnos el humor? El humor que debería permitirse en Colombia.

Problemático hablar del término “nosotros” y el “bien común”, un término incuestionable para las sociedades antiguas y aún importante para todos aquellos que seguimos el pensamiento republicano para justificar el orden político democrático, liberal e igualitario. Sí, y es que así sorprenda a muchas personas que de manera inocente o premeditada se autoidentifican como políticamente correctos, que tienden a confundir el republicanismo con clichés como: ultra derecha, fascismo, nazis, o la acepción colombiana de “paramilitar”, confunden una ideología antigua y aún presente en sociedades como la estadounidense.

En el marco anterior analizo el stand up comedy de Dave Chapelle, la importancia de poder reírnos, expresarnos libremente y la necesidad de abrirnos al humor en Colombia como vía para encontrar un “nosotros”, quizá necesario para poder alcanzar los consensos mínimos que se requieren como sociedad.

Chapelle es un humorista afroamericano cercano a los 50 años, personalmente lo recordaba por su actuación en la película “De Ladrón a Policía” (Blue Streak 1999) junto a Martin Lawrence. Recientemente, y por recomendación de personas republicanas que compartían fragmentos de una de sus presentaciones en la red social twitter, busqué y disfruté de su stand up comedy en la plataforma Netflix @NetflixLAT , sorprendiéndome gratamente del humor desinhibido, crítico, realista y con cinismo bien llevado por parte del artista, algo que quizá no tenga cabida en los deseos de control de la sociedad de los fanáticos de lo “políticamente correcto”.

Chapelle, como buen humorista, no centra su atención en burlarse y criticar a sólo ciertos sectores de la sociedad, o a las figuras políticas poderosas lejanas a un ciudadano del común, en lugar de eso aborda el sinsentido de discursos y posturas de diversos grupos sociales, sin preocuparse de abordar temas tabú o prohibidos desde lo políticamente correcto. Personalmente considero que este tipo de eventos artísticos, además de ganarnos carcajadas a más no poder, permite detenernos y hacernos pensar nuevamente en fenómenos sociales que nos afectan a todos por igual y a la necesidad de tomar decisiones conjuntas, democráticas y racionales como sociedad.

De esta forma Chapelle aborda el tema del aumento de consumo de heroína, que al parecer afecta más a las personas “caucásicas” (trataré de no usar los términos blanco o negro para no herir a los amigos de lo políticamente correcto) que a los afroamericanos, señalando que se compadece de los blancos adictos, “me recuerdan a nosotros (los afroamericanos) … los blancos se ven igual que nosotros durante la epidemia del crac”. Concluye que estos problemas hacen que las diversas razas en Estados Unidos estén más unidas que nunca, en lugar de divididos como señalan muchos expertos. 

Otro ejemplo de crítica se encuentra al burlarse de la cultura de la censura, y de cómo, al tratar de introducir un chiste con la palabra fagge (maricón) para un antiguo programa de TV, la censora le dijo que debía eliminar el chiste. Señala que aceptó pero que le preguntó ¿por qué puedo usar indiscriminadamente la palabra nigger (negro), pero no puedo usar la palabra “fagge”? a lo que la censora señaló “porque no eres gay Dave”. Ante esto Chapelle respondió “¡pues tampoco soy negro!”. Y es que, en efecto resulta ilógico y contrario al sentido común que aquellos que promueven poder autoidentificarse o “autopercibirse” como quieran, les impongan a otros una imagen o representación. Chapelle llama a este grupo “las personas del alfabeto”.

Cierra el show con el escándalo del actor francés Jussie Smollett por falso testimonio de sus supuestos agresores en su contra, “hombres blancos, racistas, xenófobos, homófobos y seguidores de Donald Trump (por vestir los cachuchas o gorras de MAGA Make American Great Again)”. Con humor Chapelle muestra lo inverosímil y en contra del sentido común de la denuncia de Smollett, y lo descabellado de muchos medios de comunicación y figuras se hayan solidarizado con Smollet, una de ellas la actual fórmula Vice Presidencial de Joe Biden, Kamala Harris. No entraré en detalle para que sean ustedes mismos quienes se animen a disfrutar del espectáculo artístico de Chapelle.

 

Finalmente, la pregunta ¿tenemos la libertad en Colombia para este tipo de expresiones y mensajes? Lamentablemente no, y es que, a pesar de contar con buenos humoristas en Colombia (en cuanto a imagen, forma de expresarse, gestos, etc.), éstos la mayoría de las veces se mofan sólo de ellos mismos, o en su mensaje no podemos encontrar puntos de unión como sociedad. La invitación es a los humoristas a que sean más libres en su arte, y es que me pregunto: ¿qué diferencia la falsa denuncia de  Smollet en los Estados Unidos con falsas denuncias en Colombia como la conductora del SITP o la pareja Gay del Centro Comercial Andino en Bogotá?, ¿por qué no hay humoristas que bromeen con ese caso?

En el caso colombiano son pocos los que tratan de hacer esa tarea de mostrar el sinsentido de actuaciones o discurso de diversos sectores sociales, y lo peor del caso, deben hacerlo de manera anónima para no sufrir castigos de grupos poderosos de la sociedad colombiana que aplican el doble racero de, no soporta “ataques” de humor, pero premia con curules en el Congreso (entre otras gavelas) a delincuentes condenados por la justicia. Entre estos pocos anónimos se podría señalar el grupo los chompos @Chompos_Col , quienes lamentablemente hoy cargan con el estigma de misóginos y patriarcales por los chistes que sostuvieron sobre una reconocida escritora.

 

Nota 1: en Colombia, paradójicamente, personas que se identifican como políticamente correctas no pueden respetar la decisión de jóvenes de tez oscura como Miguel Polo @MiguelPoloP de apartarse de su corriente política. Siempre me he preguntado qué produce esa paradoja.

Nota 2: recomiendo dos canales de youtube en idioma español, Jota DBS @Jota_DBS  y Diario de Rorschach, que muestran algunos sinsentidos de los grupos políticamente correctos y de la política de la censura.

Emilia Pérez. Lo bueno, lo malo y lo feo.

El día de ayer disfruté de la película Emilia Pérez , y al igual que me ha pasado con otras películas en los últimos años, a pesar de la inm...