¿Cómo
modernizar a Colombia? En línea: http://bit.ly/1uXhHw3
Por: James A. Robinson * Especial para El Espectador. 2015.
Hoy, cuando escribo estas líneas, he podido observar dos
lados de Colombia. Con frecuencia hablo de esa sociedad dual que existe en este
país, pero hoy solo una de ellas fue parte de dicha dualidad: la de los
campesinos y activistas en Apartadó. La segunda no fue la usual imagen opuesta
a la de los campesinos, esa de las élites (tanto la del tuxedo como la del
orangután). Esta vez eran jóvenes educados, creativos, nerds, emocionados con
sus computadores, en competencia en Cartagena por el diseño de una aplicación
(app) para la paz; jóvenes procedentes de ciudades como Manizales, que tienen
más en común con jóvenes en los Estados Unidos que con cualquier persona en
Apartadó.
¿Cómo es que Colombia se va a modernizar? Bueno, estos
jóvenes que vi hoy ya son modernos. Lo que se requiere es que puedan
transformar a la sociedad para que sea como ellos. Max Planck, el gran físico
alemán, decía que “la ciencia avanza con cada funeral”. Quizá lo mismo sea
cierto para las sociedades.
Pero, ¿cómo sería esa transformación posible? Ciertamente no
luchando por la tierra o institucionalizando la pobreza en la periferia con la
distribución de “40 acres y una mula”.
El Gobierno colombiano está todavía promoviendo la noción de
que la solución del problema agrario pasa por la restitución de tierras y la
redistribución de baldíos y de tierras mal habidas. De esta manera, crecen las
esperanzas de la gente —cuando todos sabemos que esto es en realidad imposible
de conseguir— y se aplaza la posibilidad de que la gente tome la decisión de
rendirse y hacer algo distinto.
Al mismo tiempo, la redistribución de la tierra no puede ser
la forma de resolver los conflictos en Colombia, porque por su naturaleza la
reforma agraria es de suma-cero: o la tengo yo y tú no, o al contrario. Nada es
más propenso al conflicto.
Colombia será moderna si esos jóvenes nerds superan al
campesinado y hacen a la élite tradicional tan innecesaria y anacrónica como
llegó a serlo la aristocracia británica.
- Ejemplos de otras partes
Existen muchas sociedades exitosas hoy que resolvieron su
problema rural ignorándolo y dejándolo marchitar. Las sociedades alrededor de
las plantaciones de azúcar en las islas de Barbados y Mauricio lo hicieron. Las
mismas familias blancas tradicionales siguen siendo dueñas de los cañaduzales,
pero la gente entendió que su futuro estaba en otra parte; y lo estaba.
Inglaterra hizo lo propio. En el siglo XVIII, Inglaterra
experimentó los cercamientos rurales y un gran desplazamiento de gente desde el
campo, gente que obtenía su sustento del suelo que pisaba. El libro Paseos
rurales, de William Cobbett, y El trabajador del campo, de John y Barbara
Hammond, son reveladores.
La gente se mudaba a las ciudades y pueblos y durante ese
siglo se vieron significativos incrementos en la concentración de la tierra.
¿Por qué no hubo una acción política hacia una reforma agraria o la
redistribución de las tierras? Porque el futuro estaba en otra parte.
Podríamos pensar incluso en que los Estados Unidos nunca
resolvieron el problema agrario en el sur, y el sur finalmente comenzó a
equipararse con el resto del país cuando la mayoría de los afroamericanos
comenzaron a emigrar en los años cuarenta del siglo pasado.
Alguna vez le pregunté a un político de la isla Mauricio ¿por
qué, cuando toda la tierra era propiedad de “les grand blancs” (“los grandes
blancos”), no hubo nunca una reforma de tierras? Me respondió: “¿qué futuro hay
en cortar caña; usted querría que su hijo fuera un cortero de caña?”.
Si uno quiere hoy ver a “los grandes blancos” tiene que ir a
las carreras de caballos en Port Louis una tarde de domingo. Como también
sucede en Inglaterra en las carreras de Ascot, en donde la aristocracia observa
los caballos y casa a sus hijos e hijas entre ellos mismos.
Una vez uno toma la ruta de pelear por la tierra, corre el
riesgo de terminar como en Zimbabue, en conflicto y declive económico.
- Contra toda lógica
Esto genera una pregunta importante para la situación en
Colombia: ¿Por qué es que incluso quienes fueron brutalmente aterrorizados y
desposeídos, como los pobladores de El Salado, quieren retornar y reconstruir
sus comunidades, aun cuando su tierra ha sido robada? ¿Por qué ven un futuro en
“cortar caña”?
Admiro profundamente su valentía, recursividad y la ayuda que
obtienen de organizaciones como la Fundación Semana. Pero cuando visité El
Salado vi mucha pobreza, un centro de salud cerrado porque los salarios de los
empleados no habían sido pagados y estaban en paro. Las bodegas en donde
anteriormente se compraba tabaco, el único producto agrícola comercial, se
convirtieron en billares. Hay paz pero no hay empleos y hasta donde pude ver
hay pocos prospectos, excepto en la tierra que fue robada y que es ahora usada
por los ocupantes de “buena fe” (según la Ley de Víctimas), como Cemento Argos.
¿Qué es lo que atrapa a la gente en situaciones como esta?
Obviamente esto es excelente para las élites colombianas.
Después de todo, ¿quién va a cortar los racimos de plátano en Apartadó y a
trabajar en el baldío adquirido de forma dudosa en Vichada? Y de pronto esto es
parte de la historia de la eterna promesa de la reforma agraria: prometerla
hasta el cansancio pero nunca hacerla realidad y así la élite obtiene lo mejor
de los dos mundos: nunca en realidad va a sacrificar la tierra, pero se
mantiene la fuerza de trabajo en el lugar con la esperanza de que la reforma
suceda en algún momento.
Mi madre nació en un barrio trabajador llamado South Bank, a
orillas del río Tees, en el norte de Inglaterra, y su único objetivo en la vida
era salir de allí para nunca más volver. ¿Cómo lo hizo? Entró a la escuela de
gramática en Saltburn. ¿En dónde está esta opción en El Salado?
- Una vía alternativa
La educación es un juego de suma positiva: mi proceso
educativo no impide el de los demás y la educación no amenaza los intereses
directos de nadie. ¿Por qué entonces no hay una discusión sobre educación en La
Habana?
Todo esto se basa en que la gente no sólo tenga acceso a
educación, sino que también tenga oportunidades. Esta es, en mi opinión, una
discusión mucho más provechosa. Sí, existen toneladas de barreras de entrada y
de monopolistas en Colombia, pero dudo que esto sea más difícil de solucionar
que el problema de la tierra. No subestimo los problemas de las zonas urbanas
en Colombia, que ciertamente no son un paraíso. Sin embargo, la pobreza es
menor, los servicios públicos y escuelas son mejores, la política es más
progresiva y hay muchas más oportunidades. Esa es la real discusión sobre una
Colombia moderna.
Un punto final. Bajo ese modelo, ¿cómo se pacifica el campo?
Esto no fue un problema en Barbados, Mauricio o incluso Inglaterra. Creo que,
como lo entendió Vicente Castaño, se debe usar a la élite para hacerlo. Castaño
dijo: “...en Urabá tenemos cultivos de palma de aceite. Yo mismo he persuadido
a empresarios para que inviertan en esos proyectos productivos de largo plazo.
La idea es que los ricos inviertan en esos proyectos en diferentes zonas del
país. Cuando los ricos lleguen allí, las instituciones del Estado vendrán
detrás. Infortunadamente, las instituciones estatales solamente participan en
estas aventuras cuando los ricos están metidos. Tenemos que llevarlos a todas
las esquinas del país y esa es una de las misiones de nuestros comandantes”.
En algún sentido, esto fue lo que hizo Estados Unidos. Creó
inmensos incentivos para que los capitalistas sin escrúpulos construyeran vías
férreas e infraestructura y permitieran que las sociedades de frontera
funcionaran (solamente harían dinero si la gente iba a esos lugares y eso
solamente era posible si había paz y servicios).
Una hipótesis simple sobre el ímpetu de paz en Colombia es
que de repente la periferia se ha vuelto un valioso recurso natural y la ruta
paramilitar para la pacificación terminó teniendo muchos efectos colaterales.
Así es que los intereses económicos quieren la paz, de esa manera pueden hacer
dinero, para ello quieren aportes del Estado y tienen la influencia suficiente
para que todo ello suceda (a lo Vicente Castaño).
- Élites y paz territorial
¿Hay modelos alternativos? Hay uno, ese del alto comisionado
de Paz, Sergio Jaramillo, cuando habla de la “paz territorial”. En este modelo,
aún en desarrollo, habría un rebalance del poder político hacia la periferia y
un proceso de movilidad social que obligaría a las instituciones del Estado a
funcionar de una mejor forma: logrando que rinda cuentas y que cumpla con la
reforma agraria y la provisión de bienes públicos y, finalmente, terminando los
conflictos y el vacío de autoridad que ha creado tantos estragos en los últimos
50 años.
Es un muy buen plan, pero ¿es posible implementarlo? No tengo
dudas de que la gente se pueda movilizar. Vi a muchas personas llenas de pasión
y articuladas en Apartadó. Pero ¿pueden escapar de la sombra del clientelismo y
la violencia? Sólo si el Gobierno realmente tiene la capacidad y el deseo de
ayudarlos. ¿Y lo tiene?
En la década de 1960, la movilización de campesinos por una
reforma agraria con la creación de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos) fue increíblemente exitosa, pero fracasó porque asustó
terriblemente a la élite política colombiana y no tuvo una forma efectiva de
interactuar con el Estado para hacerlo funcionar de una mejor forma. Colapsó en
una orgía de desilusión y de líderes asesinados. ¿Qué es diferente ahora?
Los colombianos deberían enfrentar la realidad que Vicente
Castaño conocía cuando hablaba de la Colombia periférica. La lección de la
historia de Inglaterra es que si bien el poder de las élites no puede ser
negado, estas sí pueden ser domesticadas y sus energías canalizadas en
direcciones socialmente útiles. Esto puede crear un tipo de paz territorial
diferente, no tan deseable como la que concibe el comisionado Jaramillo, pero
posiblemente más realista. Si el Gobierno quiere que este plan sea real, necesita
comprender mejor los obstáculos que enfrenta e imaginar una reorientación
dramática en la relación entre la Colombia central y la periférica.
¿Es esto justo y razonable? Probablemente no. Pero la
historia no es justa. Miremos a Sudáfrica. Han apostado a poder retirar el
estatus de los blancos, pero sin tratar de joder a los blancos para seguir la
ruta de Zimbabue. Lo están haciendo con educación, acciones afirmativas y
redistribución.
*Deseo agradecer a Tulio Róbinson-Ángel por su ayuda en el
trabajo de campo en El Salado. También a la Fundación Semana por su
hospitalidad durante nuestra visita a El Salado.
No entendí porqué mi universidad me pone a leer un texto de alguien que cita a Vicente Castaño, para que entendamos su punto de vista y comprendamos la visión de un paramilitar.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar.
EliminarPrecisamente por eso es una Universidad. Porque es un espacio abierto para el debate. De lo contrario sería una secta.
El autor Robinson utiliza el ejemplo para mostrar una realidad histórica, no solo colombiana sino comparada: el Estado llega a los territorios con sus bienes y servicios cuando grandes capitales han invertido en términos de capacidad e infraestructura en esos territorios. La famosa relación "simbiótica entre Estado y Capital" que señala Charles Tilly.
Vale la pena revisar ese análisis dado que se señala que una de las causas de muchos problemas en Colombia, entre ellos el conflicto, es la "presencia precaria del Estado" o la "ausencia del Estado". La propuesta de Robinson es una alternativa para que el Estado llegue, hay muchas otras alternativas, varias de ellas ya se han aplicado en Colombia con poco éxito o sin éxito alguno. Ojalá pudieses comentarnos y argumentar cuál sería la alternativas que propondrías y por qué.
Saludos,
Las brechas entre el campo y la ciudad son enormes sobre todo cuando hablamos del Catatumbo, a parte del conflicto existe la explotación de petróleo, la industria palmera en zona de Tibú, sin embargo, las vías hacía la región están en pésimo estado. La desviación en la implementación del acuerdo de paz otro ingrediente más a la hora de analizar el conflicto. No sin antes rechazar de manera contundente esta situación que padece el pueblo del Catatumbo.
ResponderEliminarInteresante Yecenia, gracias por participar.
EliminarNo sabía que en Tibú había industria palmera, si nos puedes compartir más información lo agradecería.
Importante también lo de revisar los datos de implementación del acuerdo en esta zona, como señalas.
Saludos,